Madrid, 18 jun (EFE).- "Nuestra única defensa contra la muerte es el amor", dijo en una ocasión José Saramago, a quien no sólo el amor le ayudó a combatir esa muerte que se lo llevó hoy, a los 87 años.
También lo hicieron las numerosas novelas que escribió a lo largo de su vida y que fueron reconocidas con el Premio Nobel en 1998. De origen humilde, Saramago se dedicó a la literatura porque no le gustaba el mundo donde le tocó vivir. Sus novelas encierran reflexiones sobre algunos de los principales problemas del ser humano; hacen pensar al lector, lo estremecen y conmueven. Sus personajes están llenos de dignidad.
Nacido el 16 de noviembre de 1922 en Azinhaga, una aldea de Ribatejo (Portugal), José de Souda es más conocido por el apodo de su familia paterna, Saramago, que el funcionario del Registro Civil añadió al inscribirlo. Cuando tenía dos años, su familia se trasladó a Lisboa, pero nunca rompió sus lazos con Azinhaga. Aunque fue un brillante alumno, tuvo que abandonar la enseñanza secundaria al terminar el primer curso ante la falta de medios económicos de sus progenitores.
Antes de dedicarse de lleno a la literatura y de convertirse en uno de los mejores novelistas del siglo XX, Saramago trabajó en oficios como los de cerrajero, mecánico, editor y periodista. Fue director adjunto del "Diario de Noticias", de Lisboa. Pero su mayor ilusión era ser escritor. En 1947 publicó su primera novela, "Tierra de pecado". Por esa época prendió en él la conciencia política que siempre le acompañó y que le llevó a afiliarse en 1969 al Partido Comunista Portugués.
Tras un largo silencio de casi veinte años, en los que estuvo sin publicar porque no tenía "nada que decir", Saramago se atrevió con la poesía entre 1966 y 1975 y publicó "Poemas posibles", "Probablemente alegría" y "El año de 1993".Como le decía a Efe cuando Alfaguara, su editorial española, publicó su "Poesía completa", en 2005, él nunca fue "un poeta genial" ni "un gran poeta". Tan sólo se consideraba "un buen poeta".
En 1977 vio la luz la novela "Manual de pintura e caligrafía", a la que siguieron el libro de cuentos "Casi un objeto" (1978) y la obra teatral "La noche" (1979).
En los años ochenta volvió al teatro con "¿Qué haré con este libro?" (1980), el relato "Alzado del suelo" (1980-Premio Ciudad de Lisboa) y el libro de viajes "Viaje a Portugal" (1981).
Con estas obras Saramago había sentado ya las bases para ese mundo propio que fue construyendo libro a libro, y en 1982 le llegó la fama mundial con "Memorial del convento" que le valió el Premio del Pen Club Portugués, galardón que volvió a ganar en 1984 con "El año de la muerte de Ricardo Reis", también reconocida con el Premio Dom Dinis de la Fundación Casa de Mateus.
A partir de ahí su prestigio se fue consolidando con títulos como "La balsa de piedra" (1986), llevada al cine en 2002 por el director holandés George Sluizer y que protagonizaron Federico Luppi, Icíar Bollaín y Gabino Diego; la pieza teatral "La segunda vida de Francisco de Asís" (1987); e "Historia del Cerco de Lisboa" (1989).
En 1991 publicó la novela "El Evangelio según Jesucristo", muy criticada por El Vaticano y objeto de un polémico veto en 1992, cuando se retiró de la lista de candidatas al Premio Literario Europeo para el que había sido seleccionada por un jurado del Pen Club de Portugal y la Asociación de Críticos literarios portugueses.
A pesar de todo, esta obra recibió el prestigioso Premio de la Asociación de Escritores de Portugal (1992). Ese último año obtuvo el Premio Flaiano de Literatura con su novela "Una tierra llamada Alentejo". Los problemas que tuvo en Portugal lo llevaron en 1993 a trasladar su residencia a España, concretamente a la isla canaria de Lanzarote, acompañado por su segunda mujer, la periodista española Pilar del Río, traductora del escritor. Tras publicar su cuarta obra de teatro, "In nomine Dei" (Gran Premio de Teatro de la Asociación Portuguesa de Escritores), entró a formar parte del Parlamento Internacional de Escritores.
El año 1995 fue especial para él, con la obtención del Premio Camoens al conjunto de su obra y la publicación del "Ensayo sobre la ceguera", primera entrega de su trilogía sobre la identidad del individuo, que continuó con "Todos los nombres" (1998) y cerró con "Ensayo sobre la lucidez" (2004).El primer volumen de la trilogía fue llevado al cine en 2008 por el director brasileño Fernando Meirelles con el título de "Blindness".
Sus innegables méritos como novelista fueron por fin reconocidos en 1998 con el Premio Nobel de Literatura, que le otorgaron por haber creado una obra en la que "mediante parábolas sustentadas con imaginación, compasión e ironía, nos permite continuamente captar una realidad fugitiva".En los últimos años, Saramago no dejó pasar demasiado tiempo entre novela y novela. Era consciente de su edad y, como le dijo a Efe en una entrevista, si tenía "aún algo para decir", lo mejor es que lo dijera "cuanto antes".Aunque también decía que "llegará el día en que se acabarán las ideas, y no pasará nada".Fruto de esa urgencia por contar fueron sus novelas "La caverna" (2000); "El hombre duplicado" (2002); "Las intermitencias de la muerte" (2005); "Las pequeñas memorias" (2006); "El viaje del elefante" (2008); y "Caín" (2009), la última novela de este gran escritor.
Entre sus obras figuran también los autobiográficos "Cuadernos de Lanzarote I y II" (1997 y 2001).
Saramago era consciente del poder que tenía la red para difundir cualquier idea, y en septiembre de 2008 comenzó a publicar su blog, titulado "El cuaderno". Fue "un espacio personal en la página infinita de internet", según sus palabras.
La muerte le sorprendió cuando preparaba una novela sobre la industria del armamento y la ausencia de huelgas en este sector, o al menos esa era la idea que quería desarrollar, según dijo cuando presentó "Caín" en noviembre de 2009.
Alejandro: Una perdida muy sensible de un personaje que como dicen no hace historia sino que la cambia. Saludos
Carlos M: Si, es una perdida para la literatura. Algunas veces discrepe de algunos apuntes politicos, pero en terminos generales, se puede decir que Saramago fue transparente y consecuente con sus ideas. Saludos
Monica: Tengo un recuerdo bonito de Saramago. Yo dirgia entonces una revista en Colombia que apenas estaba naciendo. Yo, no habia leido nada de él, pero un escritor me "lo presentó literariamente". Entonces, lei algunos textos de él y decidí enviarle la revista, acompañada con una nota breve, tímida, sin siquiera atreverme a pedirle una colaboración pues noe speraba que alguien de su estatura si quiera se fijara en mi o en la incipiente revista. Al poco tiempo me contestó llenandome de elogios por la publicación, pero lo interesante acá fue que me envio un texto inédito, que escribió exclusivamente para nosotros y diciendome que con el contribuia al contenido de la revista. Me alegró tanto, que no solo lo publique, sino que guarde en mi memoria para siempre la generosidad y sencillez de alguien como él, a quien no le importaba que fueramos practicamente invisibles.
Sí, tambien lamento esa muerte, su desaparición en las letras.
Carlos V: Mónica, has dicho exactamente lo que yo quería decir. Conocí a Saramago en octubre de 2005, cuando vino a Estocolmo a pronunciar una conferencia sobre “Universidad y democracia”. Comenzó diciendo que tal vez tenía algún sentido que alguien como él, que nunca había podido ir a la universidad, hablara un poco sobre la necesidad de democratizar la universidad. Después de la conferencia organizamos una modesta cena en la biblioteca del Instituto de Estudios Latinoamericanos. Me tocó en suerte sentarme cerca de él. Comenzamos a hablar y pronto estábamos conversando el uno con el otro, con una sencillez increíble y conmovedora. Estábamos ahí, comiendo y bebiendo un poco de vino, hablando de igual a igual. Tocamos el tema del humanismo y la revolución. Dijo: “No es posible ser revolucionario sin ser humanista”. Y no lo dijo de manera categórica; lo dijo como el campesino que dice: “Hoy va a llover”, o como el obrero que comenta: “Esta máquina está un poco cansada”. Oyó mis argumentos como quien oye a un compañero razonable, yo oí los suyos como quien escucha a un camarada de todas las luchas. No hubo afectación, ni distancia, ni desnivel en el trato. Cuando nos despedimos, lo hicimos con el tranquilo y sereno afecto de los amigos verdaderos. José Saramago era todo hecho de empatía y calor humano.
Sí, tambien lamento esa muerte, su desaparición en las letras.
Carlos V: Mónica, has dicho exactamente lo que yo quería decir. Conocí a Saramago en octubre de 2005, cuando vino a Estocolmo a pronunciar una conferencia sobre “Universidad y democracia”. Comenzó diciendo que tal vez tenía algún sentido que alguien como él, que nunca había podido ir a la universidad, hablara un poco sobre la necesidad de democratizar la universidad. Después de la conferencia organizamos una modesta cena en la biblioteca del Instituto de Estudios Latinoamericanos. Me tocó en suerte sentarme cerca de él. Comenzamos a hablar y pronto estábamos conversando el uno con el otro, con una sencillez increíble y conmovedora. Estábamos ahí, comiendo y bebiendo un poco de vino, hablando de igual a igual. Tocamos el tema del humanismo y la revolución. Dijo: “No es posible ser revolucionario sin ser humanista”. Y no lo dijo de manera categórica; lo dijo como el campesino que dice: “Hoy va a llover”, o como el obrero que comenta: “Esta máquina está un poco cansada”. Oyó mis argumentos como quien oye a un compañero razonable, yo oí los suyos como quien escucha a un camarada de todas las luchas. No hubo afectación, ni distancia, ni desnivel en el trato. Cuando nos despedimos, lo hicimos con el tranquilo y sereno afecto de los amigos verdaderos. José Saramago era todo hecho de empatía y calor humano.
Mi conversación con José, 2005-10-03
Querido José, lo que aprendí de ti está vivo en mi corazón.
Carlos Vidales
Manuel R: Hola Mónica, Carlos, gracias por compartir esto. Mil gracias. De todo lo que he leído de Saramago, Alzados del Suelo, su historia de Portugal desde adentro, desde abajo, es, para mí una obra sin par. La viví, la sentí, la revivo. Quisiera que se contara sobre Colombia y, sobre todo el planeta esa, la historia de los pueblos, desde dentro. Allí lo conocí y sentí su magnitud enorme y arraigada. Gracias
Mauro: Me uno al manifiesto dolor del colectivo por la sensible pérdida del maestro Saramago. Su libro La Caverna, por citar alguno de mis queridos recuerdos del gran poeta, nos muestra el desolador mundo de los centros comerciales y más allá de ello, el desplazamiento de los artesanos por parte de los productores industriales, universalizado a partir de esa bella y unida familia de Cipriano el alfarero, donde, por supuesto, nos recrea diálogos entrañables que nos hablan de la generosidad humana, pero también de la desesperanza que se cierne sobre los seres que aman su trabajo y han entregado su vida a ello y de repente, el auge de la productividad arrasa con todo su proyecto de vida, es decir, con sus sueños.
Sólo eso, quería compartirles una de esas "arenillas" al decir de Lezama Lima, que se nos quedan en la garganta al deleitar palabras hiladas con la destreza del artesano.
¡Descansa en paz, inmenso Saramago!
Querido José, lo que aprendí de ti está vivo en mi corazón.
Carlos Vidales
Manuel R: Hola Mónica, Carlos, gracias por compartir esto. Mil gracias. De todo lo que he leído de Saramago, Alzados del Suelo, su historia de Portugal desde adentro, desde abajo, es, para mí una obra sin par. La viví, la sentí, la revivo. Quisiera que se contara sobre Colombia y, sobre todo el planeta esa, la historia de los pueblos, desde dentro. Allí lo conocí y sentí su magnitud enorme y arraigada. Gracias
Mauro: Me uno al manifiesto dolor del colectivo por la sensible pérdida del maestro Saramago. Su libro La Caverna, por citar alguno de mis queridos recuerdos del gran poeta, nos muestra el desolador mundo de los centros comerciales y más allá de ello, el desplazamiento de los artesanos por parte de los productores industriales, universalizado a partir de esa bella y unida familia de Cipriano el alfarero, donde, por supuesto, nos recrea diálogos entrañables que nos hablan de la generosidad humana, pero también de la desesperanza que se cierne sobre los seres que aman su trabajo y han entregado su vida a ello y de repente, el auge de la productividad arrasa con todo su proyecto de vida, es decir, con sus sueños.
Sólo eso, quería compartirles una de esas "arenillas" al decir de Lezama Lima, que se nos quedan en la garganta al deleitar palabras hiladas con la destreza del artesano.
¡Descansa en paz, inmenso Saramago!
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