Paqui y Pancho traen esta noticia:
Clodomiro Castilla (1960-
2010)
Director de la Revista
El Pulso del Tiempo
Por: Jesús Abad Colorado L.
25 de marzo de 2010
25 de marzo de 2010
Al sepelio, en Montería,
del periodista Clodomiro Castilla, director de la Revista El Pulso
del
Tiempo, podrían haber asistido el Presidente de la República de
Colombia y
las autoridades locales. También las directivas de otros
medios de información y representantes de gremios periodísticos del
orden
nacional, pero no lo hicieron.
Y debieron estar todos
ellos, no solo para solidarizarse con la familia del periodista
asesinado y
estudiante de derecho, sino con la libertad de prensa en Colombia, con
los
colegas de otros medios locales y corresponsales, que tratan de
investigar y no
pueden, porque están expuestos en muchas partes de
Colombia,
a la amenaza, el chantaje, al silencio, al miedo o a la
muerte y el olvido.
Tampoco asistió
masivamente la población monteriana, porque prácticamente no se
enteraron dónde
eran las honras fúnebres, ni su horario: los dos periódicos locales,
pertenecientes a la familia de William Salleg, no
informaron del
lugar del sepelio, pero sí de los hechos y de la vida pasada del
periodista. Y
lo hicieron de manera como para justificar
su muerte.
Para el Meridiano de
Córdoba y el periódico El Propio, no murió un
periodista, mucho menos un ser humano. A Clodomiro Castilla Ospino,
director de la Revista El Pulso del Tiempo, asesinado en la
entrada de su
residencia el pasado 19 de marzo, estos periódicos y su dueño, director y
gerente, William Salleg, lo trataron como un criminal. Y se
regodearon desde la primera página de ambos medios con su muerte.
Bastaba leer el gran
despliegue en primera página de El Meridiano, sobre la muerte de
Clodomiro Castilla, para entender que quienes escribían sobre este
asesinato, lo
hacían justificando este crimen, no rechazándolo.
Es más, enviaban con
esta nota un mensaje claro a otros comunicadores sociales y ciudadanos
quienes,
de manera valiente como Clodomiro, se atrevieron y se atreven a
denunciar a
dirigentes políticos o ganaderos de la región por vínculos con el
paramilitarismo, la corrupción en el Estado y el narcotráfico.
No de otra manera puede
entenderse, que a un ser humano que naufragó durante años en las drogas y que luego
logró recuperarse
para empezar una nueva vida en 1999, gracias a un proceso de
rehabilitación y el
apoyo de sus amigos, periódicos como El Meridiano y El Propio,
lo
hayan ultrajado tanto. De su trabajo profesional como periodista durante
los
últimos 11 años y de los antecedentes de su muerte guardan
silencio.
Incluso se inventaron
que durante el levantamiento del cadáver, las autoridades “habrían
encontrado
una bolsa con varios gramos de ‘perico’ y al parecer en la casa
persistía un
leve olor al alucinógeno”. Hechos que luego fueron desmentidos por la
policía de
Montería que tiene una de sus estaciones a escasos 80 metros de la
vivienda del
reconocido periodista.
Clodomiro Castilla pudo
ser un periodista polémico desde su trabajo en El Pulso del Tiempo,
pero
lo hizo desde la investigación periodística y la palabra, no desde
la violencia, el poder económico o las “buenas relaciones”
que dan los grandes medios de información, o desde los pactos
maquiavélicos con
tal de alcanzar el poder, o desde alianzas funestas con
los
señores del dinero, la capucha y las balas.
A Clodomiro Castilla,
periodista de 49 años, lo recordaran los estudiantes monterianos, no
sólo por
sus denuncias de corrupción que hacía en la radio y su Revista, sino por
las
charlas en las que daba testimonio sobre el horror de las drogas.
También lo
recordarán como un hombre bueno, que defendia los derechos
de los
animales y recogía perros maltratados y olvidados de las
calles,por eso soñaba con una casa grande para
protegerlos.
Clodomiro Castilla
Ospino, director de la Revista El Pulso del Tiempo, “Periodismo
de pie”
como él lo llamaba, deja cuatro hijos: Mauricio, Tania, Axel y
Andry. Axel, un joven profesional en educación física, fue
el
primero en llegar cuando lo mataron; su padre estaba rodeado por sus
seis perros
que no paraban de ladrar y llorar al lado de su amo y amigo. “Una de las
perras,
‘Susana’, le lamía el rostro queriendo levantarlo para que continuara
viviendo”,
relató Axel. Vivir era lo que merecía Clodomiro y la libertad de prensa
en
Colombia.
Si la Fiscalía
General de
la Nación quiere investigar a fondo este crimen, puede empezar con leer
algunos
de sus valiosos artículos, y escuchar algunas de sus
entrevistas. Su familia y amigos claman desde Montería para que este
caso sea
trasladado a Bogotá y no siga reinando allí, la impunidad, la corrupción
y la
mentira.
Jesús Abad Colorado L.
Periodista y fotógrafo
Marzo 25 de 2010
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