jueves, 1 de julio de 2010

Alejandro Aguilar: EL HOMBRE DEL TRAJE NEGRO

“Todo de negro hasta los pies vestido…”
Manuel Machado -

Por Armando Orozco Tovar


Hasta el día de su muerte todos pensábamos que era el único traje que poseía. El mismo con el que lo conocí a mediados de la década de los setenta en el periódico Foro Chocoano de Iván cañadas cuando acababa de llegar de Tadó en el departamento del Chocó a Bogotá, traído por su hermano que trabajaba por aquel entonces en la Contraloría. A su vez allí fue a parar Alejandro Aguilar en la sesión de correspondencia, pero como los días pasaban y él dejaba acumular con desgano cartas, memorandos, comunicaciones e informes en su escritorio, el supervisor le llamó la atención advirtiéndole: “- “¡Señor usted no está enviando la correspondencia….!” Entonces fue cuando Alejandro reviró con furia chocoana respondiéndole:-“Yo soy el doctor Alejandro Aguilar y además soy un poeta, luego no tengo por qué hacer nada de esto…”

Después de la fulminante echada del único trabajo de su vida, ingresó a la Gran Colombia a estudiar Derecho. Universidad en la que cursó un semestre saliéndose para fundar “Ovación” el periódico cultural más raro que ha tenido Macondo y que era realizado como una verdadera proeza de su enorme ego de negro aporreado. Hazaña que prolongó hasta el número cien. Edición que superó a muchas otras publicaciones con mayor financiamiento y mejor ego rosado. ¿Pero quién apoyó a Aguilar tanto tiempo para que no desmayara en su proyecto? Arturito Ferrer, también chocoano, que fungía como gerente del Banco Central Hipotecario. En sus páginas participaron casi todos los escritores liberales y conservadores del XIX con los y del siglo XX, de manera que no era sorprendente encontrar por sus columnas mirándose sus caras a José María Vargas Vila con Rafael Núñez y a éste con Jorge Luis Borges, a Montalvo con Gabo y Jorge Isaac. Rubén Darío con Vicente Huidobro y César Vallejo con el indio Rómulo. Al padre Félix Restrepo con Luis Tejada. Y toda esta fauna noelita de papel periódico fue posible en un país tan intolerante por la gran tolerancia de su dueño que la ejercía desde la Biblioteca Luis Ángel Arango donde fotocopiaba artículos tras artículos para meterlos en Ovación. Creo que este periódico de una sola tinta en blanco y negro era un buen reflejo del país que es igual a una colcha de retazos, comenzando por su geografía y donde nunca nadie pudo ni podrá saber donde comienzan o terminan las cosas como ocurre con nuestra querida izquierda que subsiste a pesar de todas las maledicencias y atentados como fue el caso del Partido Comunista casi exterminado en las últimas décadas por la más acérrima derecha fascista. Organización en la actualidad perteneciente al Polo Democrático Alternativo que también es un verdadero “caldo de bollos” movido por innúmeras tendencias de un extremo a otro y donde nunca se dan acertadas discusiones políticas o teóricas orientadoras de sus bases para ponerlas a pensar seriamente en su incierto destino. Puesto que hasta su órgano difusor desapareció de la noche a la mañana como por arte de magia.

Así era Ovación como la actual izquierda y un vivo reflejo de Colombia. Pero sin duda lo mejor que poseía este periódico era que Alejandro nunca comulgó con sectarismo alguno tan característico en nuestro medio no dejando de publicar a una u otra persona por su tendencia ideológica o política y de la misma forma como sacaba en sus páginas a un falangista como Primo de Rivera lo situaba junto a un famoso comunista como Pablo Neruda. “-Así era Colombia hace algunos años” me dijo Luis Vidales alguna vez.-” Yo era comunista y me encontraba con Alzarte Avendaño que era godo y nos poníamos a charlar en el café Windsor sobre arte y literatura y luego entrábamos al cinematógrafo. Lo mismo me ocurría a menudo con Eduardo Carranza que era fascista”.

Ahora creo que Ovación reflejaba el comportamiento de la época de Vidales en un país que nunca acabó de formarse como nación y que tampoco salió hasta hoy de campamento dirigido por gamonales y gobernado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial con sus políticas Neoliberales.

En este típico periódico del extraño personaje que se inventó así mismo y que alguna vez también trató de crear una lengua propia (“Ariariri”, comenzaba uno de sus versos) para que la hablaran los negros en el Chocó, participaron entre otros, Carlos Gómez Cuartas, Carlos Martín, Ramiro Lagos, Realpe Borja, Manuel Zapata Olivella, Jaime Mejía Duque, José Luis Días Granados, Helcías Martán Góngora, Hugo Salazar Valdez, Julio Venegas Garavito, Jairo Maya Betancur, Arnobio Maya, Luis Vidales, Germán Espinosa, Aquilino Velasco, René Orozco, Elmo Valencia, Jotamario Arbeláez y el suscrito, etc. Periódico que tuvo como corrector hasta su último número al bueno de Efraín María Isaac, dirigente gaitanista de vieja data y hoy un convencido bolivariano chavista, que según él mismo desciende directamente del autor de María.

En su armario de madera en la antigua casona colonial donde residía Aguilar poseía doce vestidos negros de paño inglés y varios sombreros de copa que alguna vez lo hicieron parecer un “chepito”, esos personajes siniestros inventados por algún satánico publicista para aterrar a los deudores morosos. Todos los vestidos eran igualitos y en ellos se le extraviaban cosas como una fina estilográfica que nunca pudo encontrar en sus infinitos bolsillos, trajes los que pronto lo convirtieron en uno de los personajes más raros de la ciudad que lo vio trajinar sus hambres por sus calles desde que fueron desapareciendo sus mecenas. Portaba él con gran orgullo su ego sobre sus hombros. Una dignidad construida por tantas humillaciones y racismo padecido y que subsiste solapado en su terrible y amarga tierra colombiana.

Este negro de”ciurá”, (ciudad) también viajó muerto de risa a Río de Janeiro invitado por su labor de “Ovación” al Brasil. A su muerte asistieron cien personas como fuera el número de su publicación, la mayoría pertenecientes a la colonia tadoseña en Bogotá. Aguilar no dejo obra alguna escrita ni tampoco fundó su deseada lengua afrocolombiana. Hoy el hombre del traje negro de todas las horas debe estarse tomando un buen tinto en algún café automático del cielo con su buen amigo Jaime Mejía Duque el que siempre incondicionalmente lo respaldó.

Macondo, junio 30 de 2010

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