domingo, 4 de julio de 2010

Glosa a don Felipe Zuleta

Orlando Iregui Rumazo, Pasto escribió:

Me gusta que don Felipe Zuleta
haya puesto en su sitio a don Varito Uribe,
un tipo sin pedales, que sufre una rabieta
continua muy mal vista entre gente de aljibe
que se agolpa en el Country, de elegantes salones,
como don Juanma Santos que es de los Calderones
que fundaron el club para gente inclusive,
gente que se perfuma con jabón Palmolive,
que juega golf, olorosa a la banda,
que no es la banda que ahora mismo manda
dirigida por don Varito que gobierna a su amaño,
y venera la imagen de don Carlos Castaño,
sino la banda otra, que se untan los señores
después de la afeitada para evitar olores,
que despidan en Soacha los falsos preservativos
que llegan hasta el club, pues fue en su exclusivo
salón donde idearon la oportuna misión
de salir de los pobres y salvar la nación.


Pero vuelvo a mi cuento que es uno muy distinto
del que susurran todos cuando piden su tinto,
Mi cuento es el que cuenta don Felipe Zuleta:
que Varito es un guache, y que nadie se meta
con él en el Club Country, donde dejó supitos
a los que vieron que en la mesa cantaba y daba gritos,
mostraba con los cubiertos y subía los coditos,
sin acordarse del poema que le enseñó mamá,
misiá Laura, la prima del Ochoa papá.
Don Felipe defiende la elegancia del club:
nadie sorbe la sopa, nadie sale del pub,
juegan golf y conocen cómo llevar el frac
y miran para otro lado cuando prueban un crack,
y hablan perfecto inglés y respetan la ubre
de las vacas que ponen terneros en octubre
y encarnan sus virtudes en Santos, Juan Manuel,
que no es el guache Uribe de poncho y de carriel.
(Este poncho es un trapo, no es Poncho Rentería
que tiene tres pollitos, como tiene mi tía,
uno que le canta y otro que le pía,
y el preferido que es el que le toca la sinfonía).
Me parece muy bien que Felipe Zuleta
nos recuerde quién tiene del mango la paleta:
salimos de un grosero capataz del montón
y caemos de lleno en manos del patrón.
 
Orlando Iregui Rumazo, Pasto
 
N. del E.- Así es, querido y noble poeta. Esta Oda debe formar parte, por derecho propio, de la historia de la literatura colombiana, siempre y cuando aclare que no habla de pedales sino de modales, que no es gente de aljibe sino gente de alcurnia, que lo que se untan los socios del Country no es la banda sino lavanda, que no se quedan supitos sino súpitos, y que las vacas no son ovíparas sino vivíparas. De cualquier manera nos asombra su coraje, cuando bautiza a los falsos positivos como “falsos preservativos”.

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